sábado, 14 de noviembre de 2009
boletos
Transcurre una hora entre idas y vueltas buscando la parada. Alguna huella o indicio ,tal vez un desgarrado cartel atado a un tronco de árbol indique que la linea de aquel colectivo recorre esa calle.
Gente que contesta sin saber, que supone, que deduce,o que rasca su cuero cabelludo con la expresión del gorila mas ignorante.
La señalización por esta parte de la tierra no es algo que atraiga a los políticos de turno.
De un lado a otro busca con la mirada en ciertos postes.
Dificultosa incógnita a demistificar cuando se llega a una ciudad, es el pago del medio de transporte local. Tarjetas, fichas, tickets, o maquinilla dentro del vehiculo que marca según los km. a recorrer el valor del pasaje.
Suele suceder que la tarjeta cargada se desmagnetice, se raye y no funcione, se rompa o se haya consumido por el uso por lo cual a modo de limoznero se peticionará a algún pasajero piadoso que saque del apuro a quien estira la mano con cara de circunstancia. A veces, a la maquinita no le apetecen ciertas monedas, que ingresan por su boca y las escupe una y otra vez emputecida.
El pasajero aprende de equilibrio y de superstición a medida que se familiariza con la tecnología de estos medios de transporte. Las tarjetas serán frotadas más de una vez contra el pecho con alguna esperanza de que funcione, mientras el rezo interno de quien debe llegar a horario sin mas dinero que el cargado en aquel minúsculo plástico , en situaciones en que por minutos dependerá en cuerpo y alma del ánimo del conductor por acercarlo a destino.
El negocio por la venta millonaria de tickets, pasajes, nos excede en imaginario.
Los nostálgicos boletos que ya no cobra el chofer de amable y con cierto aire de autoridad,han perdido su carisma.
Cálidos recuerdos de subír los tres altos escalones , con la monedita de diez centavos en el bolsillo esperando el boleto bicolor, al salir de la escuela con guardapolvo y el maletín marrón lleno de libros escolares (y no cargado de fotocopias).
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